Se supone que la dermatitis atópica es una enfermedad autoinmune, es decir que tus propias defensas atacan tu piel en reacción de algo que ellas creen una amenaza (esta teoría parece estar equivocada pero así los médicos creen que funcionan). Adicionalmente el cuerpo produce cortisol que regula esta relación con el sistema inmune, pero en nuestro caso la cantidad de cortisol es mínima por lo que no existe tal equilibrio. Los corticoides son sustancias que químicamente hacen el efecto inmunosupresor del cortisol pero con muchos efectos adversos.
A las dos semanas de empezar la altísima dosis de corticoides que me dió el médico empecé a sentirme demasiado mal, no podía casi caminar y sentía que me iba a desmayar en todo momento, perdía casi que totalmente la consciencia y se me hacia muy peligroso ir a la universidad porque en el bus o en la calle tenía que parar y sostenerme de alguna manera de una superficie para no caer al suelo desmayada, tenía ganas de vomitar, debilidad y mareo todo el tiempo. Aguanté esto por dos semanas hasta que tuve que ir al hospital, donde me dijeron que tenía una infección en las vías urinarias altas y tenía que quedarme hospitalizada. Este era solo el comienzo de todo lo que implicó el haberme quedado sin defensas casi en su totalidad.
Estuve 4 días hospitalizada en la clínica del lugar donde vivo en Colombia, hasta que la mitad de mi cara empezó a inflamarse como un globo y me informaron que la bacteria en mis riñones era muy grave para poder tratarla ahí, así que fue remitida en ambulancia a una clínica en Bogotá.
Este viaje en ambulancia fue un infierno, una tortura, uno de los momentos en los que más he sufrido, el conductor de la ambulancia iba extremadamente rápido y no se preocupaba por reducir el movimiento de la parte de atrás, sentía como mis riñones se inflamaban y calentaban con cada sacudida de la ambulancia y el color de mi piel empezó a enrojecerse cada vez más. Tanto para mí como para mi mamá fue una eternidad el tiempo que tomó llegar al hospital y llegué mucho peor de lo que había salido.
Desafortunadamente la clínica a la que llegué, a pesar de tener mayor nombre y tamaño, era en realidad de peor calidad que el hospital de mi pueblo, a pesar de tener las defensas en cero me dejaron en la sala de urgencias por 3 días, corriendo el riesgo de adquirir cualquier bacteria que estuviera rondando por ahí entre tantas personas enfermas, no me podía casi mover, se compartía un baño para decenas y para terminar de rematar me llegó el período en la camilla y canalizada!!!
Efectivamente contraje una gripa fuertísima y tanto mi presión arterial y mi frecuencia cardíaca estaban peligrosamente alteradas. Cada 20 minutos entraba un grupo de estudiantes con un médico a hacer preguntas estúpidas que yo me limitaba a responder una y otra vez, esta es una clínica universitaria.
Finalmente fui remitida a una habitación, pero allí las cosas no mejoraron en lo absoluto sino por lo contrario fueron cada vez peor, mis venas estaban formando coágulos y tenían que cambiar el cateter casi todos los días, para lo que me chuzaban muchas veces porque por el estado de mi piel no se encontraban fàcilmente las venas, mis brazos terminaron cubiertos de moretones y bastante adoloridos. Además solo tenía permitida una visita de máximo una hora, por lo que las 23 horas restantes del día me sentía inmensamente sola y deprimida, para lo que mi único rescate eran los libros.
A las tres semanas de estar ahí llegué a mi límite de depresión y frustración por no ver a mi familia, por el trato de las enfermeras, por la sensación de enfermedad que recorría cada centímetro de mi cuerpo. Hablé como pude con mis papás y decidí irme a mi casa.
En casa me sentía mejor emocionalmente pero las cosas seguirían complicándose por mi falta de defensas. Cuando todavía estaba en el hospital, a raíz de la gripa y la fiebre apareció un fuego en el borde de mi nariz, el cual yo creía que empezaría a desaperecer a medida que la gripa se fuera. Pero este terminó esparciéndose y convirtiéndose en herpes zóster en el ojo derecho, que día a día fue empeorando y volviéndose más difícil de combatir, hasta que finalmente con muchos medicamentos y una inyección traumática en el nervio trifásico de la cara fue secándose y despareciendo lentamente.
Cualquiera diría que obviamente detuvelos corticoides después de esta amarga experiencia que incluso me costó renunciar ese semestre a la universidad, por supuesto, pero lo peor de todo es que no paré amigos! No lo hice...
Sentía que no tenía otra alternativa y continué, pero con un derivado de corticoide, o por lo menos así me decía el nuevo doctor que encontré en el camino. Y ahí empezó a aparecer otro síntoma que también me cambiaría la vida por unos años. Empezó la retención de líquidos y con ello la inflamación excesiva en el cuerpo, especialmente la cara, lo que me deprimió muchísimo, no me podía reconocer en el espejo y me costó palabras fuertes de otras personas.
Mi consejo es: No recurras a los corticoides, ten paciencia en el camino de la sanación por más de que sientas que ya no puedes más, tu cuerpo encontrará la manera de sanar solo, por desesperante que parezca el proceso.
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